El proceso creativo comienza con una idea visual que se articula más tarde en una descripción verbal grabada. A partir de ahí, el artista emprende la recopilación de materiales y el trabajo de investigación que conduce a la gestación de los primeros bocetos y diagramas.
Viene después la materialización de la obra, su encarnación en el espacio y en el tiempo. Esta parte del proceso es la más larga, si no la más arriesgada. Una vez concluida esta fase, se inicia el diálogo silencioso entre la obra y el público, que el artista denomina su testado. El artista registra y analiza las reacciones de los espectadores y transforma la obra en función de su respuesta hasta producir «la obra definitiva», un artefacto en perpetua transformación que refleja ese bucle interactivo entre el creador y los receptores.