La fusión de la máquina y el cuerpo. La distancia entre la intención y la acción. Ese es el espacio donde se inserta el punto de anclaje de toda la obra de Poe, un artista ecléctico que bebe de distintas fuentes e influencias para crear sus instalaciones.
Desde el concepto de «obra efímera», Poe recoge el legado de movimientos como el arte conceptual de finales del siglo XX o el cibernaturalismo de los años treinta de nuestro siglo. Sus propuestas, radicales, nunca cómodas, huyen de los caminos trillados para explorar nuevas formas de expresión capaces de reflejar la esquizofrenia poliédrica del mundo contemporáneo. El espectador es libre de aceptar la invitación o de declinarla. El reto está ahí, en la intención de la obra, en la insuficiencia de las palabras para definirla.